¿De qué hablamos cuando decimos que un cuerpo se encuentra en estado de danza?

 

Por Sandra Hernández

*Texto seleccionado de la Convocatoria Leer, escribir y danzar, una propuesta de la Cátedra Gloria Contreras que surgió al inicio de la pandemia por COVID-19, en el mes de abril 2020. La convocatoria consistió en desarrollar un escrito reflexivo a partir de cuatro lecturas sobre filosofía e investigación de la danza, promoviendo así la lectura, escritura y participación del público.

 
 

Foto de Brenda Hernández Reyes. Archivo fotográfico del proyecto Incrustaciones (2021-2022) de la Cátedra Gloria Contreras.

Muévelo que muévelo…
— Los Hijos del Pueblo

Nos encontramos aislados para sobrevivir. Vivimos, en estos momentos, una cuarentena de miedo, reflexión y desaceleración, mientras que el mundo sigue girando y los animales han salido a tomar parte de lo que les fue arrebatado. En lecciones de supervivencia, es la naturaleza misma quien nos sigue mostrando nuestra propia vulnerabilidad. ¿No es esto la acción del artista, la de exponer las propias pulsiones en el encarnado designio del cuerpo?

Cuando Odiseo llega a la isla de Polifemo, los silenos denuncian que el cíclope los mantiene cautivos y les ha robado la danza. Odiseo entiende el dolor de los cabríos cuando observa cómo la ley les ha quitado su libertad. Esta metáfora nos invita a plantearnos cómo el estado de danza adquiere vida cuando comprendemos que no estamos ceñidos a las convenciones de la representación del quehacer escénico; es decir, al muestrario de acrobacias con ligeros puentes dancísticos, a la excesiva muestra de habilidades que el discurso no pide y no requiere, e, incluso, a la cuestión burguesa que la danza sólo puede generarse en el espacio escénico normativizado.

La idea del estado de danza rompe con el paradigma de la convención escénica, la memorización de repertorios obsoletos y la idea de que el bailarín solo baila, cuando es realmente el campo de batalla para desplazar un cosmos a los sentidos del otro. Se persigue entonces el momento “de gracia”, el instante dónde la libertad del gesto creativo respira en la escena y el espacio a presentarse le resulta indiferente. A partir del texto "¿Por qué Deleuze habló tan poquito del teatro?" de Frederic Chevallier, el cual reflexiona sobre algunos textos en los que Gilles Deleuze se aproximó a las artes escénicas, podríamos vislumbrar que lo teatral todo lo absorbe, de todo se apropia. Hablamos entonces no del estado inmóvil, epifanía hedonista, sino de un movimiento que sacude y detiene todo en el presente para concentrarnos en aquello verdadero, honesto, que puede ser observable.

 

De tal manera, el estado de danza es un sinónimo de la libertad, un arrojo al agotamiento del cuerpo en vías de encontrar los límites del ser. En palabras de Paul Valéry (2001), encontramos que:

El hombre se dio cuenta de que poseía más vigor, más flexibilidad, más posibilidades articulares y musculares de los que requería para satisfacer las necesidades de su existencia y descubrió que algunos de esos movimientos le brindaban por su frecuencia, sucesión y amplitud un placer que llegaba a una especie de embriaguez, a veces tan intenso que solo el agotamiento total de sus fuerzas o cierto éxtasis de su agotamiento podrían interrumpir su delirio, su gasto motriz frenético (p. 46).

Es justamente el agotamiento el rostro del estado de danza, pues el cansancio llevado al límite nos invita a pensar en la confrontación con la muerte. La sangre, el sudor, las lágrimas y los fluidos de dolor serán el elixir que bebamos en nuestra embriaguez de los sentidos al “momento de gracia”. El bailarín externa su otro yo, máscara de piel, testimonio mudo de frustraciones, lesiones y miedos. Aquel que danza y consigue vaciarse de aquello que lo curva, pierde su nombre, ya no es un simple artista, es “Nadie”. Solo un contenedor maleable para la verdad, su verdad, conseguida en la búsqueda y la disputa consigo mismo. El arrojo por la verdad es el principal reto del arte combativo del bailarín. No hay nada más glorioso que saberse partícipe en el otro, poner la mesa para el deleite del placer en un convivio que nos remite al mito, el cuerpo del bailarín caldeado en el plato de la naturaleza. Solo existimos en el presente, la danza muere en el aire como el pájaro kamikaze de belleza.

Foto de Ahmad Odeh en Unsplash.

Valéry reflexiona sobre este momento donde el plano cartesiano de la mente y cuerpo deberían fundirse en un discurso de lo sensible. Luchamos contra lo real gracias a metáforas encarnadas, resultado de procesos arduos de investigación íntima. Su concepción del estado de danza es una resistencia para activar la naturaleza misma, agudizar los sentidos para oír nuestras profundidades y encontrarnos en los márgenes.

Pensar en estos momentos de incertidumbre por la peste me recuerda aquello a lo que el filósofo Slavoj Zizek desarrolla en su libro Acontecimiento cuando sentencia que “hasta este momento, lo que estamos presenciando es una supuesta ficción que representa una realidad que nadie quiere admitir” (2014, p. 24). 

Me aterra pensar que al volver a lo rutinario, las leyes y normas sigan maniatando al cuerpo, pero más me aterra que aquellas micropoéticas se vean imposibilitadas por sí mismas, sordas de sus propias verdades.

El acontecimiento, el arte de presentar, es mi reflexión del estado de danza. Porque mi cuerpo no es fiambre para gusanos solamente, mi cuerpo es la apropiación del convivio. Bebamos y pensemos en la mesa el plan libertario para matar al Cíclope.

 
 
Ese botecito que dios te dio
No es para que se lo coman
Los gusanos.
Ese botecito que dios te dio
Es para que lo gocemos los humanos.
Muévelo que muévelo
— Los Hijos del Pueblo, 2009.
 
 

Fuentes consultadas.

  • Chevallier, Jean Frederic. "¿Por qué Deleuze habló tan poquito del teatro?" Revista Colombiana de las Artes Escénicas, vol. 9. Colombia, 2015, p. 37.

  • Canción de “El Botecito”, de Los Hijos del Pueblo. Álbum El Botecito, Musart-Balboa, 2009. Disponible en Spotify: https://open.spotify.com/track/2DzLlUtscN7QECJ6E3yvHE?si=1ac58cee6dca4ab0 

  • Valéry, Paul. "Filosofía De La Danza." Revista De La Universidad De México. Trad. Kena Bastien Van Der Meer, vol. 602-603, 2001, pp. 45-50.

  • Zizek, Slavoj. Acontecimiento. Madrid: Sexto Piso, 2014.

 
Cátedra Gloria Contreras